EL OKUPA Y LA SEÑORA LUPITA – SEGUNDA PARTE

I. Estrategia, perfume y celadas

Para la señora Lupita, el silencio no es señal de paz, sino la pausa entre dos batallas. Y desde aquella aparición regordeta y altiva del ratón —casi un retrato en movimiento de Pancho Villa en miniatura—, no ha habido tregua en su hogar.

El okupa ya no era solo una presencia fantasmal; ahora tenía rutinas, rutas y horarios. Se le oía —muy de madrugada— rascar la despensa como quien consulta archivos secretos. Por las noches, dejaba mínimas señales: una semilla de chía en la alfombra, una cáscara de nuez bajo el microondas. Lupita no se lo tomaba a la ligera. “Esto es inteligencia enemiga”, pensaba, mientras alisaba su delantal de combate.

Colocó cebos con nombres dignos de película: “Muerte dulce”, “Despedida nocturna” y “Quesito final”. No funcionaron. El roedor los esquivaba con arte, como si tuviera formación militar o, peor aún, un curso de cocina naturista. Una noche incluso encontró una pequeña trampa desactivada… ¡desactivada! Con el resorte bloqueado con una lentejuela.

II. El contraataque de Lupita

Al borde de la exasperación —pero jamás de la derrota— Lupita diseñó un plan más sofisticado: una trampa que involucraba una caja de cartón, una cucharilla de miel y un radio portátil que repetía, en bucle, una receta de flan napolitano en voz de abuelita. ¿Por qué? Porque si algo podría tentar a un ratón insurrecto, era la nostalgia culinaria.

Y por un instante, pareció funcionar. Lo vio: minúsculo, asomado al umbral de la cocina, escuchando atento la receta mientras olfateaba la miel. Se acercaba, dudaba, daba un paso. Pero en el momento clave, un estornudo de Lupita —fruto de la lavanda recién rociada— rompió el hechizo. El ratón huyó con un salto de acróbata y la trampa cayó vacía, como una ópera sin final.

Fue entonces que la señora Lupita tomó una decisión dolorosa pero necesaria: lo nombró oficialmente su “contrincante”. Nada de plagas, nada de roedores sin nombre. Ahora era “el ratón don Filemón”, y en esa nominación iba todo el respeto que merece un enemigo digno.

III. Don Filemón toma la palabra

Días después, una nota apareció junto al florero: escrita con lo que parecía carbón y trazada sobre una hoja de maíz. Decía:

“Señora Lupita: acepto su ingenio, su temple y sus dulces trampas. No busco usurpar, sino sobrevivir con decoro. Yo no robo, tomo lo que el destino —y sus migajas— me ofrecen. Si le parece justo, propongo un cese al fuego: una cucharadita de arroz por día, a cambio de no tocar el pan de caja.
—Con respeto,
Don Filemón,
ratón sin patria pero con principios.”

Lupita leyó la nota tres veces, entre sorprendida y enternecida. ¿Un ratón diplomático? ¿Con sentido del honor y letra legible? El mundo estaba más extraño de lo que pensaba.

Esa noche, preparó un altar diminuto: un platito de barro con arroz cocido y un ramito de manzanilla. No dijo nada. Solo dejó una tarjeta: “Acepto. Pero sin visitas ni fiestas clandestinas”.

IV. El armisticio y sus condiciones

Desde entonces, las escaramuzas cesaron. Filemón respetó el acuerdo con una nobleza inusitada. Incluso, a veces, dejaba pequeñas “ofrendas de paz”: una piedrita pulida, un botón antiguo, una minúscula flor amarilla que apareció misteriosamente junto al mueble de la tele.

La señora Lupita, por su parte, halló cierto gozo en aquel intercambio. Sus días eran más tranquilos, y hasta sentía una pizca de orgullo al pensar que su casa era ahora sede de un tratado sin precedentes: la convivencia entre especie y señora, entre trampa y ternura.

Epílogo: una paz vigilada

Hoy, si uno pasa frente a su ventana, puede oírla murmurar entre plantas: “Hay que estar siempre alerta, nunca se sabe si traerá primos”. Pero lo dice sin enojo. Más bien, como quien recuerda un viejo amor que entró por la cocina.

Porque una cosa es la hospitalidad mexicana.
Y otra, muy distinta, es admitir que la guerra más absurda puede terminar en tregua… si uno se permite un poco de arroz, humor fino, y una pizca de humanidad.

Algunos enemigos se vencen con astucia. Otros, con arroz… y la decencia de saber escribir una nota a tiempo.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Translate »