El Algoritmo de Don Eustaquio

Don Eustaquio miró la pantalla con desconfianza. —Diga lo que diga, esto no es inteligencia. Es
apenas una enciclopedia con modales —murmuró. Tecleó con dedos torpes: Explícame el Quijote en
50 palabras. Cuando leyó la respuesta, se santiguó. —Maldita sea… esta cosa me va a quitar el
trabajo.
Todo comenzó esa mañana, cuando su nieto Adrián lo visitó. —Abuelo, tienes que probar esto. La
inteligencia artificial responde cualquier cosa. Con una mezcla de curiosidad y orgullo de
maestro jubilado, Don Eustaquio aceptó el desafío. Pronto descubrió que la IA no solo respondía
con rapidez, sino que su síntesis era alarmantemente precisa.
—¡Eso lo sabe cualquiera! —exclamó cuando la máquina resumió Cien años de soledad en cinco
líneas mejor que sus antiguos alumnos—. A ver, dime… ¿por qué el coronel no tiene quien le
escriba? La IA desplegó una respuesta tan filosófica que le recorrió un escalofrío.
Durante horas intentó derrotarla. Le lanzó preguntas capciosas, paradojas literarias,
trabalenguas. La máquina respondía sin titubear. Frustrado, disparó su golpe final: —Dime, IA,
si tan inteligente eres… ¿qué se siente ser una máquina sin alma? La respuesta apareció en
pantalla: —¿Y qué se siente ser un humano sin WiFi?
Adrián se dobló de la risa. Don Eustaquio, con la dignidad herida, cerró la laptop de golpe.
Pero su orgullo de maestro no le permitiría retirarse derrotado. Decidió aprender sobre IA,
comprenderla… y, si era posible, domarla.
Dos semanas después, recibió una invitación a una conferencia virtual sobre literatura e
inteligencia artificial. ¡Era su momento! Se sentó frente a la laptop, ajustó sus lentes y
activó la cámara. —¿Cómo que no tengo cámara? —rezongó, mientras golpeaba el teclado. De
pronto, su imagen apareció… en un ángulo desafortunado: la audiencia lo vio en calzoncillos. El
chat estalló en emoticones de risa. Adrián corrió a ayudar, pero ya era tarde.
—Bueno, bueno, comencemos —dijo, intentando recuperar la compostura—. Hoy hablaremos sobre la
superioridad del pensamiento humano frente a la inteligencia artificial.
La IA del sistema interrumpió, activando su micrófono: —Perdón, Don Eustaquio, pero parece que
olvidó desactivar el modo Caps Lock.
Risas contenidas.
—Sigamos —insistió, sudando—. La literatura, damas y caballeros, es una expresión única del
alma humana.
La IA volvió a intervenir: —Curioso, porque su libro favorito, Don Quijote, trata de alguien
que confunde la realidad con la ficción. ¿Se siente identificado?
Explosión de carcajadas.

Y así, sin quererlo, Don Eustaquio se volvió viral. Su conferencia, en la que pretendía
demostrar la superioridad del pensamiento humano, terminó convertida en un meme internacional.
Se resignó. Tal vez, después de todo, la inteligencia artificial tenía sentido del humor. O
peor aún… tal vez lo había derrotado.

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